Por Julio Cortés Morales

El paso de Marine Le Pen a la segunda vuelta en las elecciones francesas y la posibilidad cierta de que gane en segunda, ante un desprestigiado y odiado Macron apoyado ahora por todos los partidos “republicanos” y la izquierda asustada por el “neofascismo”, hace necesario estudiar y aprender acerca de estos movimientos de derecha y las transformaciones que han sufrido en este siglo, y los factores que han posibilitado su arrollador avance en varios países del mundo. Entre esos factores sin duda alguna está la parálisis de la izquierda y su imposibilidad de salir del paradigma progresista y neoliberal. 

A continuación, ofrezco parte de un trabajo en elaboración acerca de viejos y nuevos fascismos, donde se refieren tanto los avances “intelectuales” de algunos centros de pensamiento, como a la vinculación que esa actividad “metapolítica” mantiene con fuerzas políticas electorales organizadas, como el Frente Nacional.

El aporte intelectual de la Nouvelle Droite 

Sin desmerecer el importante aporte ruso y de Europa oriental en el desarrollo de una Nueva Extrema Derecha, y teniendo en cuenta que el muy difundido libro de Stefanoni se concentra por sobre todo en la dimensión anglosajona del fenómeno de la “derecha alternativa” -la Alt-Right, a la que él mismo define como un “conjunto heterogéneo de corrientes de extrema derecha situadas fuera del conservadurismo convencional” y asociada en general al nacionalismo blanco, y en ciertos casos a posiciones antisemitas e incluso filonazis”[1]-, tengo la impresión fundada de que ha sido el aporte de la Nueva Derecha francesa lo que ha suministrado las mejores cartas de presentación y cobertura ideológica para la normalización de sus posiciones, que aparecen no como un simple neofascismo descafeinado sino que les permiten incluso tratar de ir a la vanguardia de una nueva contracultura que lucha exitosamente contra el consenso o hegemonía liberal.

La Nouvelle Droite [nueva derecha] francesa empezó a trabajar en suministrar nuevas bases teóricas al movimiento al menos desde los años sesenta.

En el Manifiesto La Nueva Derecha en el 2000, de Alain de Benoist y Charles Champetier se aclara que esta “escuela de pensamiento” nació en 1968 y niegan su carácter de movimiento político, pues todas sus actividades se sitúan eminentemente en una perspectiva metapolítica.

Si bien es bastante evidente que la ND procede del neofascismo de esos años, su principal referente, Alain de Benoist, a lo largo de toda su trayectoria intelectual se ha encargado de dejar ese origen en el pasado, pues entiende que tanto el comunismo como el fascismo dominaron el siglo XX, pero no han sobrevivido a su tiempo. Así, mientras “el fascismo nació de la guerra y murió en la guerra”, el comunismo “nació de una explosión política y social y murió de una implosión política y social”[2]. A partir de eso sostiene que hoy en día tanto el fascismo como el antifascismo son parodias.

La metapolítica no sería otra forma de hacer política ni una estrategia tendiente a conseguir cierta hegemonía, sino que “reposa sobre la constatación de que las ideas juegan un papel fundamental en las conciencias colectivas y, de forma más general, en toda la historia humana”. La ambición de la ND es contribuir a “renovar esas representaciones sociales-históricas”, desde una perspectiva transversal: “la Nueva Derecha ha sabido beber en las más diversas aportaciones teóricas que la han precedido” y “no duda en recuperar aquellas que le parecen acertadas en cualquier corriente de pensamiento”, lo cual provoca “la cólera de los cancerberos del pensamiento, que se afanan en congelar las ortodoxias ideológicas con el fin de paralizar cualquier nueva síntesis que pudiera amenazar su confort intelectual”. De ahí que a pesar de asumirse como una corriente que surge en derecha, las síntesis que proponen tomen bastante prestado de corrientes de izquierdas, llegando a considerarse como “gramscianos de derechas”. El mismo Alain ha dicho que se siente de derecha y a la vez de izquierda, y en cuanto a influencias ha señalado que su filiación sería la siguiente: “Rousseau, la Comuna, el Socialismo francés, los No-Conformistas de los años treinta, la Revolución Conservadora alemana, el Sindicalismo Revolucionario italiano y el Situacionismo[3].

Los efectos de su trabajo se están empezando a apreciar con toda claridad ahora. Entre otras cosas, además de absorber y reciclar a diversos autores y corrientes de la izquierda revolucionaria, de Gramsci a la Internacional Situacionista, se pueden señalar entre sus más importantes aportes el intento de superación del tradicional racismo biologicista que pesaba como estigma en los fascismos más cercanos al alemán, acuñando el enfoque del “etnodiferencialismo”, la promoción de un ecologismo “decrecentista” y la adopción de una perspectiva crítica del capitalismo.

En su tesis doctoral dedicada a la Nueva Derecha francesa Diego Sanromán se pregunta si a contar del referido Manifiesto 2000 de Charpenter y de Benoist se podría hablar de una nouvelle Nouvelle Droite, puesto que, al defender la democracia participativa y la autogestión y autonomía de las distintas unidades comunitarias, para ese entonces parecían haber “dejado de ser el movimiento abiertamente elitista y antidemocrático que fue en sus orígenes”. La diferencia entre el neofascismo de 1945 a 1968, y estas expresiones del nuevo siglo parecen considerables. Pero el mismo Sanromán destaca que “si algo se mantiene constante en el pensamiento de los teóricos del GRECE, desde su nacimiento a finales de los años sesenta, es su defensa de una Europa unida y vigorosa” llamada a hacer frente a los Estados Unidos y a nuevas civilizaciones emergentes[4]. Para entender esta evolución hay que referirse a los orígenes sesentayochistas y las actividades del GRECE.

El Grupo de Investigación y Estudios para la civilización europea (GRECE) fue conformado en mayo de 1968 en Francia por un puñado de personas vinculadas a la Federación de Estudiantes Nacionalistas y a otros grupos nacionalistas y europeístas. En sus primeros años se dedican a publicar revistas como Études et recherches, Nouvelle École y Éléments pour la civilisatión européenne y en 1976 fundan las Éditions Copernic.

Sus actividades tienen primero un estilo más bien formativo y elitista[5], pero a finales de los años setenta con la llegada de Louis Pauwels a Le Figaro y su revista de cultura -donde estuvo a punto de asumir de Benoist como jefe de redacción- se comienza a dar una amplia divulgación a las ideas del grupo a toda la sociedad francesa, en un claro empeño por contrarrestar lo que parecía una evidente hegemonía cultural izquierdista.

Respecto a la etiqueta de “Nueva Derecha”, Alain de Benoist ha dicho que “no le gusta nada”. De hecho, al parecer emana más bien de sus detractores izquierdistas. Se ha dicho con cierta dosis de razón que estas posiciones no son ni tan nuevas ni tan de derecha, o incluso que la ND, con su énfasis antiimperialista y tercermundista, es una de las pocas formas de “izquierda” que ha sobrevivido hasta hoy, lo cual es bastante certero si tomamos en cuenta lo ya señalado sobre las quejas izquierdistas acerca de la inexistencia actual de la izquierda, y es comparable a cuando a inicios de este siglo se decía que el socialista Ricardo Lagos había hecho “el mejor gobierno de derecha” de la historia reciente del país.

Robert Steuckers ha dicho que, en todo caso, “el término ‘Nueva’ indica una voluntad de renovación, en consecuencia, un rechazo radical del viejo mundo, de las ideologías dominantes y, por tanto, de los modelos de gestión práctica, económicos o jurídicos que ellas producen”[6].

Lo interesante es preguntarse por el término asociado, “Derecha”. Pues resulta bastante llamativo que uno los más ardientes defensores de la necesidad de situarse “más allá de derechas e izquierdas”, como Alain de Benoist, terminen resignándose a la etiqueta neoderechista, y lo mismo pasa con grupos locales como el Movimiento Social Patriota, Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista o Praxis Patria: todos ellos dicen no ser de derecha, y toda la izquierda los ve como “ultraderecha”, sea en formas disimuladas o abiertas.

La misma discusión tal cual se dio en España a inicios de este siglo cuando surgió el grupo Manifiesto (al que nos referiremos en detalle en el siguiente capítulo), con fuerte influencia de la Nueva Derecha francesa, y que fuera clasificado por algunos periodistas como “extrema derecha”, causando airadas quejas de parte de su principal animador, Javier R. Portella. Los propulsores del “Manifiesto contra la muerte del espíritu y de la tierra”, denominados espiritualistas por Sanromán[7],  rechazan ser de extrema derecha, pues dicen atacar al “materialismo emanante del orden burgués, la mojigatería de la moral tradicional de la Iglesia y los atropellos que la explotación industrial efectúa contra la naturaleza”.

Sanromán cree que en efecto la etiqueta extrema derecha, que “en principio debería servir para designar el espacio ideológico que ocupan determinados grupos –normalmente minoritarios- con respecto a otro u otros grupos políticos de referencia, pero que muy a menudo se emplea como arma arrojadiza y designación que descalifica incluso moralmente a quien la padece”. Por ello, cree que a partir de los argumentos con que los espiritualistas rechazan ser de extrema derecha, es posible concluir a qué tipo de derecha se oponen o se pretenden diferenciar. Pues en efecto, “negar que uno se reconozca como burgués, católico y liberal no supone necesariamente que uno se identifique con la terna proletario-ateo-socialista; cabe también la posibilidad de apostar por un aristocratismo pagano y arraigado en el que no nos resultará difícil reconocer los planteamientos neoderechistas”.

Finalmente Sanromán se pregunta si es legítimo “seguir incluyendo a los ecologistas del espíritu en la casilla derecha de los viejos esquemas de atribución ideológica, aun a pesar de la renuencia de los implicados a tal inclusión”, y concluye que sí, pues se trataría de una derecha metapolítica, “una derecha que tiende a desbordar los marcos de la derecha política definida por encontrarlos demasiado estrechos y limitados para sus proyectos, y, en consecuencia, a divagar a través de ideas filosóficas, artísticas, morales o cosmológicas de carácter general, unas cosmovisiones que si pueden ser reconocidas como de derechas es porque se enfrentan a otras cosmovisiones tradicionalmente relacionadas con la izquierda”.

El elemento aristocrático y neopagano resulta en efecto fundamental para comprender quien es Alain de Benoist, y la naturaleza de sus proyectos “metapolíticos” a partir e GRECE. Como ejemplo podemos referir su interpretación de la figura del “anarca” en Ernst Jünger, que “es al anarquista lo que el monarca es al monárquico”, y que entre otras cosas se diferencia del anarquista porque “no combate por el poder, él es el hombre que no paga un precio por el poder; él no está contra el tirano, sino que está por encima de él” [8]. ¿Un anarquista coronado, como el Heliogábalo de Antonin Artaud?

En el fondo, para de Benoist “esta distinción entre el anarca y el anarquista es también toda la diferencia que puede existir entre una crítica aristocrática de la sociedad burguesa y una crítica que hoy estaríamos tentados de considerar como ‘izquierdista’”. Suministrando de este modo insumos valiosos para quienes siguen intentando crear “anarquismos de derecha”, de Benoist nos dice que para Jünger “la única forma de desafiar realmente a una sociedad consiste en inventar un estilo de vida, una forma mental, una dominación de sí mismo (un autocontrol) que sea imposible de sujetar y someter. Sólo los mediocres pueden creer que su libertad no depende más que de la debilidad de sus opresores” [9].

Insisto en que este criterio es muy relevante para distinguir a los movimientos fascistas de los genuinos movimientos revolucionarios: el “anticapitalismo” de los fascistas, que nunca es antiestatal, sino que a lo sumo una imitación del romanticismo anarcoindividualista, apunta al pasado, pues a pesar de todos sus aspectos técnicos y modernistas, se trata de una posición y una crítica reaccionarias, a diferencia del comunismo y el anarquismo, que se ubican en un más allá del orden actual, lo que implica superar para finalmente abolir el capitalismo y el poder estatal.

Como resultado de sus actividades y vinculaciones, GRECE creció hasta contra llegar a contar con cerca de cuatro mil afiliados. En los ochenta algunos integrantes se alejaron para integrarse al Frente Nacional, o tuvieron otras derivas como la de Guillaume Faye y el arqueofuturismo –que a la manera de un anti-Fukuyama anuncia un arcaico futuro a lo Mad Max en una “convergencia de catástrofes” en el Kali Yuga que ya está ante nuestros ojos[10]-, o la de Dominique Venner, historiador y figura de la ND que en el año 2013 se suicidó de un disparo en la boca en la Catedral de Notre Dame, aparentemente en protesta por la ley de matrimonio igualitario, tras escribir en su blog “me suicido para despertar las conciencias dormidas. Me sublevo así contra la fatalidad”. Miembro fundador de GRECE, en 1963 Venner había formado con de Benoist el movimiento Europe-Action[11]. La figura de Venner tiene una considerable influencia en el movimiento generado a partir del Batallón Azov en Ucrania, que según ha dicho su vocera Olena Semenkaya tiene por objetivo la “Reconquista” de Europa, para “restaurar la voluntad europea en todas las esferas de la vida y realizar el último deseo de Dominique Venner”[12].

Una formación que estuvo ligada a Grece en los setenta fue el Club de l’Horloge, con un sello más católico y liberal, que se fue separando de las posiciones “anticapitalistas” y neopaganas de la ND, y practicó exitosamente el “entrismo” en los partidos de la derecha tradicional. Usando también una estrategia metapolítica y rebautizados como Carrefour de l’Horloge desde el 2015, han logrado posicionar a nivel popular teorías como la del “Gran reemplazo” de la población europea cristiana blanca por pueblos no europeos, “teoría” acuñada por el escritor Renaud Camus, conocida figura de la cultura gay de los setenta, y difundida en masa mediante los best sellers de Éric Zemmour “El suicidio francés” (2014) y “Destino francés” (2018). Para contrarrestar este gran reemplazo, la propuesta del “nacionalismo étnico” es la “re-inmigración”, es decir el retorno forzado de los inmigrantes no blancos a sus lugares de origen.

El “etnodiferencialismo”, principal aporte de la ND de Alain de Benoist, ha sido definido como “la defensa de la diversidad étnica de la especie humana ante todo aquello que atente en contra de su integridad”[13]. Esta categoría le ha permitido a los neoderechistas criticar radicalmente el igualitarismo, desde el globalismo a la idea misma de derechos humanos universales, con un lenguaje y perspectiva que ya no serían formalmente sospechosas de racismo, sino que se presentarían como una apuesta por valoración y preservación de las diferencias. De hecho, Alain de Benoist dice que la respuesta liberal al racismo y la xenofobia es un “antirracismo universalista e igualitarista” que tiende a negar y aplastar las diferencias (“un ‘antirracismo’ que, en el mejor de los casos, no acepta al Otro más que para reducirlo a lo Mismo”, y que ha fracasado).

Frente a eso, proponen un antirracismo diferencialista, anti-igualitarista:

“La afirmación del derecho a la diferencia es la única forma de escapar a un doble error: ese error, muy extendido en la izquierda, que consiste en creer que la ‘fraternidad humana’ se realizará sobre las ruinas de las diferencias, la erosión de las culturas y la homogeneización de las comunidades, y ese otro error, muy extendido en la derecha, que consiste en creer que el ‘renacimiento de la nación’ se obrará inculcando a sus miembros una actitud de rechazo hacia los otros”[14].

La reinvención del Front Nationale

La relación entre GRECE/Nouvelle Droite y el Frente Nacional de los Le Pen ha sido compleja y, a pesar de todo, fructífera. Si bien Alian de Benoist declara no haber votado nunca por el FN, al que le critica su xenofobia antimigratoria y su tradicional acercamiento a Estados Unidos (que después se transformó en lo contrario) y a la derecha liberal-capitalista, e impidió la asistencia del viejo Jean-Marie a actividades de GRECE a fines de los setenta, a partir de los ochenta varios neoderechistas se acercaron al FN, pasando a tomar en general puestos de redacción de los diversos órganos de propaganda partidaria y de formación de cuadros, destacando en esos las figuras de Pierre Vial y Jean-Claude Valla.

El FN, fundado en octubre de 1972, era en sus inicios -como explican Mudde y Rovira- la colación de una “multitud de grupúsculos de extrema derecha, que abarcaba desde el neofascista Nuevo Orden hasta los católicos ultraortodoxos de la secta Lefebvre, unidos entre sí exclusivamente por el aplastante liderazgo de Jean-Marie Le Pen”[15].

La presencia de varios ex GRECE en el FN durante los años 80, en que ya contaba con unos 14.000 miembros, explicaría tanto el énfasis en la actividad cultural (metapolítica) como los espectaculares avances electorales obtenidos por la agrupación desde el cambio de siglo. Recordemos que Jean_Marie le Pen pasó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en el 2002, tras obtener el 17% de los votos, siendo derrotado en segunda vuelta por el conservador gaullista Jacques Chirac (con el “apoyo crítico” de casi toda la izquierda, para “derrotar al fascismo”). Tras un grave debilitamiento de sus filas hacia fines de los noventa a causa de la escisión entre Jean-Marie y Bruno Megret, Marine Le Pen asume el mando y rápidamente la formación  cuadriplicó el número de afiliados, “pasando de unos 22.000 a unos 83.000 desde que sucediera a su padre en la dirección del partido en 2011”[16]. El FN llegó en el 2014 a ser el primer partido de Francia tras obtener 28,86% de los sufragios y 14 eurodiputados[17].

En el 2017 Marine Le Pen obtuvo más del 21% de votos en primera vuelta, siendo derrotada por Macron en la segunda, donde de todos modos obtuvo un nada despreciable 34%.  En las elecciones de abril de 2022 de nuevo pasaron ambos a segunda vuelta, Macron con 27,6% y Le Pen con 23,4%, superando por poco al candidato de izquierda Mélenchon, que obtuvo 20%, y ampliamente al otro candidato de ultraderecha, Éric Zemmour, que obtuvo 7%. Cabe destacar que, a diferencia del 2017, nada está asegurado en esta ocasión: antes del 10 de marzo se creía que el posible agotamiento de Le Pen al ir compitiendo por tercera vez, además de la presencia de dos candidatos de ultraderecha, jugaban a favor de un holgado triunfo de Macron. Cabe destacar que Marine tuvo que retirar toda la propaganda de campaña en que aparecía con su gran amigo y financista Vladimir Putin (otra paradoja interesante para los “antifas” prorusos).

Además del innegable talento de Marine y el escenario subjetivamente favorable a la extrema derecha desde la crisis del 2008, no es exagerado sostener que parte de la renovación del FN desde su neofascismo original a una mezcla de postfascismo y populismo, obedece en a la adopción de algunas de las ideas fuerza de la Nouvelle Droite.  Así, pesar del énfasis “antirracista” de las posiciones de Benoist, es posible que -como dice J.J. Sebastián- estas ideas hayan influido de todos modos en el desarrollo de un discurso anti-migratorio por parte del FN, dada “su elitista y anti-igualitaria temática y la promoción del derecho a la diferencia, lo que bien pudo servir de pantalla para ciertas exaltaciones de los prejuicios racistas”[18].

Con todo, y a pesar de su relevancia, hay que precisar que las ideas de la ND no son compartidas en todo el espectro de la nueva derecha radical. Algunos sectores ex GRECE que se pasaron al FN realizaron diagnosticaban un fracaso de la estrategia metapolítica y emprendieron una revisión de las ideas centrales de la Nouvelle Droite:

“En primer lugar, una Europa etnopluralista y comunitarista, integradora del Islam y de otras culturas alógenas, debía dejar paso a una Europa etnocéntrica e imperialista, aliada de Rusia para constituir Eurosiberia o Eurasia, contraria al antirracismo diferencialista y al relativismo cultural preconizado por Alain de Benoist y Charles Champetier; en segundo lugar, el abandono del falso tercermundismo, para subrayar que Europa constituye una civilización superior y que la ‘alianza de civilizaciones’ forma parte de la hipocresía de izquierdas, oponiendo al anti-occidentalismo originario un nuevo anti-islamismo; en tercer lugar, oponerse a la hegemonia norteamericana, pero exclusivamente en el plano ideológico, no civilizatorio, pues el objetivo a largo plazo sería una solidaridad occidental contra la amenaza global: el gran peligro ya no procedería de la expansión del americanismo, sino del terrorismo y el inmigracionismo islámicos”[19].

Lo que parece innegable es que el FN, transformado en Rassemblement National desde el 2018, bajo el liderazgo de Marine Le Pen ha acusado recibo de algunas críticas vertidas en los análisis de Alain de Benoist como observador externo, por ejemplo, cuando en el 2007 señalaba que “el futuro del FN dependerá de su capacidad para comprender que su ‘electorado natural’ no es la gente de derecha, sino el pueblo llano. La alternativa no es encerrarse en el búnker de los ‘puros y duros’, ni tampoco buscar ‘banalizarse’ o ‘desdiabolizarse’. La alternativa ante la cual se encuentra hoy confrontado es siempre la misma: querer encarnar todavía a la ‘derecha de la derecha’ o radicalizarse en la defensa de las clases trabajadoras”[20].

Haciendo eco de algunas de estas críticas, el FN/AN -que en el año 2015 tuvo que expulsar de sus filas a Jean-Marie Le Pen por declaraciones negacionistas del Holocausto, aunque posteriormente un tribunal civil obligó al partido a readmitirlo- ha enfatizado la crítica al liberalismo económico y la defensa de un Estado fuerte[21]. Pero mantiene una posición anti-migrantes y anti-Islam que de Benoist no comparte, pues rechaza la “lógica del chivo expiatorio” y sostiene que “es posible denunciar las patologías sociales sin atacar a los inmigrantes que, en algunos aspectos, son también víctimas del sistema”. El programa de la ND para detener la inmigración “implica, a la vez, a la vez, criticar en profundidad la lógica capitalista y ayudar a los países del Tercer Mundo a romper con los espejismos del desarrollo tal y como lo conciben el BM y el FMI”. Pero para de Benoist “parece que es imposible criticar la islamización sin estigmatizar a los musulmanes”, lo cual “abre una puerta a la multiplicación de las alianzas contra natura, con el resultado ya visto de que la derecha y la extrema derecha islamófobas se están convirtiendo en Europa en una parte del sistema ideológico israelí”[22].

El FN/AN ha logrado entonces profundas transformaciones que lo posicionan particularmente bien en el ámbito de la política institucional actual. Se ha depurado expulsando a los extremistas más nostálgicos del neofascismo, y ha adoptado un lenguaje que trasciende la antigua división entre izquierda y derecha, asumiendo un discurso crítico en lo social y económico. Pero para Alain de Benoist no es suficiente, pues no basta “defender al ‘pequeño’ frente al ‘grande’ o denunciar demagógicamente el ‘capitalismo global’, también debe denunciar la lógica de la ganancia y de los mecanismos de acumulación de capital, desafiando los valores del mercado y la filosofía vital del negocio, y oponiéndose al utilitarismo y al interés para desenmascarar las nocivas relaciones entre clases que existen en nuestro país”[23].

Está por verse que tanto más “a la izquierda” o en qué otros sentidos llegará a desplegarse esta exitosa formación política a partir de ahora, que por tercera vez en su historia ha pasado a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Su electorado más potente es la clase obrera[24] (mientras lo que queda de la izquierda es votado sobre todo por “los jóvenes”, lo que no impide que AN cuente con una poderosa sección juvenil de casi 30.000 miembros).


[1] Pablo Stefanoni. ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio). Buenos Aires, Siglo XXI, 2021, pág. 197. Como ya señalamos, los sectores menos racistas se autodenominan Alt-Light.

[2] Alain de Benoist. “El fascismo” (s/f). Elementos de Metapolítica para la Civilización Europea N°67: El mito del fascismo. Revisiones e interpretaciones, Trilogía, Vol.1.

[3] Jesús J. Sebastián Llorente, Alain de Benoist y la Revolución Conservadora alemana, Presentación a Alain de Benoist, Arthur Mueller Van Der Bruck y la Revolución Conservadora alemana, Tarragona, Fides, 2015, pág. 9.

[4] Diego Luis Sanromán. La nueva derecha. Cuarenta años de agitación metapolítica. Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 2008, pág. 254

[5] Erriguel en un texto sobre Guillaume Faye cuenta que hacia 1979 GRECE promovía el Juramento de Delfos, prestado en medio de un ritual pagano, y en que se decía: “Juramos obrar, con toda nuestra energía y con toda nuestra voluntad, para el renacimiento de la cultura europea (…) Juramos ser fieles a la más larga memoria para construir el más grande porvenir (…) por la lira de Apolo, cuyo canto acompaña nuestros pasos: el Sol volverá”.

[6] Steuckers en su Revista Vouloir, referido por José Ignacio Vásquez Márquez en “La nueva derecha europea”, Política. Revista de Ciencia Política de la Universidad de Chile, N° 22/23, junio de 1990.

[7] Sanromán, Diego Luis. “Contra la muerte del espíritu: últimos avatares de una Nouvelle Droite a la española”. Nómadas. Revista crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas N°13, 2006.

[8] “Ernst Jünger y el Anarca”. En: Alain de Benoist, Tipos y figuras en Ernst Jünger. El soldado, el trabajador, el rebelde, el anarca, Tarragona, Fides, 2016, pág. 81.

[9] Ibid.

[10] El ultraderechista prositu Guillaume Faye, expulsado de GRECE e el año 2000 por racista y xenófobo, ofrece una biografía tan curiosa como la del ruso Limonov, incluyendo ser guionista de comics, locutor de radio y actor porno. Erriguel ha escrito sobre este personaje y sus oscuras profecías ya realizadas o por realizarse en “Guillaume Faye y la visión del Arqueofuturismo”, partes I y II.

[11] El mismo 2013 se publicó en España su obra Baltikum. Los freikorps y el origen del nacional-socialismo (1918-1923), por la editorial Eminves.

[12] https://slavyangrad.es/2017/01/13/el-contexto-ideologico-de-la-ultraderecha-pro-azov/

[13] https://es.metapedia.org/wiki/Etno-diferencialismo Un buen análisis es el de Roger Griffin, Between metapolitics and apoliteia: The Nouvelle Droite’s strategy for conserving the fascist vision in the ‘interregnum’, Modern & Contemporary France, 8:1, 35-53, 2000.

[14] Alain de Benoist. “Inmigración, identidad y diferencia”. Blog de Ignacio Carrera Pinto ediciones, 22 de febrero de 2022.

[15] Cas Mudde y Cristóbal Rovira Kaltwasser, Populismo: una breve introducción, Madrid, Alianza, 2019, pág. 65.

[16] Ibid.

[17] Jesús J. Sebastián, “Relaciones peligrosas. Un relato sobre la ‘Nouvelle Droite’ y el ‘Front National’”. El Manifiesto, 26 de mayo de 2014; Albert Ferrer Sánchez, “El avance del Front National en Francia”. Anuario Del Conflicto Social N°5, 2015.

[18] Ibid.

[19] Jesús J. Sebastián, “Relaciones peligrosas. Un relato sobre la ‘Nouvelle Droite’ y el ‘Front National’”.

[20] Ibid.

[21] Aunque Alain de Benoist considera que estamos ante un declive del Estado, y aboga por soluciones autogestionarias a nivel  de las comunidades.

[22] J.J. Sebastián. Op. cit..

[23] Ibid.

[24] Mudde y Rovira explican que “como los sindicatos tradicionales, ferozmente contrarios al Frente Nacional, han invalidado las modestas victorias que el FN ha obtenido en las elecciones sindicales, el Frente Nacional se ha embarcado en una estrategia cada vez más exitosa de ‘entrismo’, en virtud de la cual sus miembros «se infiltran» en los sindicatos tradicionales y en su dirección” (op. cit, pág. 66)..

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